Cuando a veces me han preguntado cómo fue mi viaje por Bolivia, la primera palabra que me sale es «contraste». Bolivia fue un contraste en varios sentidos. Por lo diverso de sus ambientes naturales, por su carácter plurinacional con sus innumerables etnias, por la brecha entre quienes tienen recursos y quienes no, por las diferencias entre lo rural y lo urbano, por su mezcla de la tradición indígena y con la herencia colonial española… Bolivia es belleza, diversidad, desarrollo, tradición, color, energía, vida sosegada, ritmo imparable y así podría seguir hasta el infinito.

Sin embargo, más allá de todos los contrastes que pude observar y vivir en el país andino, para mí Bolivia fue vivir en un dejà vu constante. Viajar implica forzosamente que nuestro cerebro empiece a buscar parecidos entre lo que vemos por primera vez y lo que ya conocíamos antes. Al cerebro humano le gusta lo estable, así que cuando vemos o vivimos algo nuevo, el solito se pondrá a trabajar para situarlo en un contexto que nos permita entenderlo y darle sentido. ¿Qué encontré en el país andino que activó esa mecánica en mi cerebro?

…los Déjà vu aparecen por un «fallo» en el circuito cerebral que hace que tengamos la sensación de experimentar un recuerdo que en realidad no hemos vivido.

Mis apuntes de psicología de 2º Bachillerato (sí, los busqué y los encontré)

El sentido pobreza, riqueza y calse media

Para los viajeros que visitan el país, Bolivia es fundamentalmente tres cosas: Salar de Uyuni, Potosí y La Paz. Se le puede añadir alguna ciudad más, pero generalmente ese el paquete de viaje. Sin embargo, cuando uno viaja por turismo de una ciudad a otra siente que está dejando pasar desapercibida a una enorme parte de Bolivia. A toda la que compone su cara rural. A esa donde todavía se siente el peso de las comunidades locales. Por supuesto que el Salar de Uyuni es un paraje natural que deja atónito, y que La Paz tiene mil actividades para hacer y conocer la ciudad. Pero llevando el tema al terreno ecnómico y social, no se puede olvidar que Bolivia es también un país con grandes desigualdades pese al creciente desarrollo económico de la última década.

Una de las cosas que aprendí viajando por Sudamérica es que el concepto de pobreza tiene un significado distinto al que se le otorga en Europa. Y esto es algo que percibí en todos los países que visté, desde Argentina a Colombia. Para un europeo pobreza puede ser no poder pagar la luz, ir muy justo con el alquiler, tener que renunciar a ciertos alimentos en la lista de la compra o ser un joven precarizado. Sin embargo, siempre hay algo que te ampara: los subsidios, los padres, los bonos sociales, … Pero en muchos lugares del continente americano pobreza significa absoluta pobreza. No tener nada. El resto es clase media, más ahogada para llegar a fin de mes o más desahogada para ir tirando, pero por encima de la línea de lo que es no tener nada.

Recorriendo el altiplano hacia Tarija

Todo este «lapsus mental» empezó a surgir cuando iba de camino a Tarija, capital de la sonrisa de Bolivia. Tarija no es un destino predilecto para extranjeros que solo cuentan con unos días para visitar el país. Casi todas las personas que cruzaron la frontera de Villazón la misma mañana que yo tomaron rumbo hacia Potosí, Sucre, Uyuni o La Paz. Pero un chico de Bolivia me había comentado unas semanas atrás que Tarija tenía muchos viñedos y era una excelente parada con menos afluencia de turismo. Así que decidí hacerle un hueco y descubrir por mí misma por qué Tarija era un remanso de paz tan apreciado por los bolivianos.

El único autobús que salía aquella mañana era el que recorría todos los pueblecitos del sur del altiplano. Como no quería perder tiempo esperando en la estación, compré mi boleto y dos horas después estaba rumbo a Tarija. El autobús iba casi al completo. La mayoría de pasajeros eran cholitas que iban hacia la ciudad o gente que vivía en los pueblos del altiplano. Yo era la única extranjera y daba el cante enseguida con mi mochila, mis gafas de sol y mis jeans rotos por las rodillas. Aún sí creo que la decisión de tomar ese bus estuvo acertada para una primera toma de contacto con el país, sin otras distracciones fabricadas para turistas.

Los contrastes entre lo rural y lo urbano

Las ventanas del bus repiqueteaban dentro de un marco al que no se ajustaban bien. El polvo entraba y se quedaba suspendido en el interior del bus. sin que fuera posible escaparse de él. De las cinco horas y media que duró el viaje, solo hubo asfalto durante una media hora. Me sorprendió muchísimo ver que a la entrada de algunos pueblos había una caseta donde se leía «Unidad de Nutrición Integral».

Cada vez que alguien menciona nutrición infantil, la primera imagen que se me viene a la mente es la de África. Tal vez por el bombardeo mediático sobre el hambre infantil, que sin duda es en África donde más se agudiza. Pero esto no era el África negra. Eran comunidades bolivianas que continuaban viviendo de lo que daban sus campos. Y en esta zona el terreno se veía seco y yermo, preparado para el frío del invierno. Como supe después, las casetas complementaban los periodos de escasez para que a los niños no les faltara los nutrientes básicos que necesita un cuerpo en crecimiento.

Pero si las unidades de nutrición me llamaron la atención, la imagen que ví cuando cruzamos el altiplano me hizo abrir los ojos todavía más. Sobre unos campos de tierra seca había pequeñas figuras moviéndose despacio y con pesadez. A su paso iban levantando una nubecilla de polvo que los mantenía envueltos como la atmósfera a la tierra. Eran campesinos preparando sus terrenos con mula y arados para la siembra. Dos mujeres cavaban pequeñas zanjas con un escabillo, ampliando el huerto que rodeaba a una casita. Y cerca de la carretera caminaba un grupo de niños con chancletas.

Esta ha sido la primera y hasta ahora la única vez en que he visto a la gente trabajar el campo sin maquinaria. Y ahí por primera vez me vino la imagen de esa España de los pueblos donde los mayores vivieron su juventud de la misma manera que yo veía ahora en aquellos pueblitos.

Skyline Tarija dejà vu
Skyline de Tarija, con la torre de la Iglesia
Micro Bolivia dejà vu
Un micro circulando en Tarija

Recuerdos de la España rural

¿Y qué hay de cautivador en todo esto? Pues para mí fue como volver a ser una niña de 7 años sentada a estilo indio junto a mis primos, escuchando a mi abuela hablar de aquellos relatos de cuándo era joven y el sol, el campo y la incertidumbre por qué comerían era el pan de cada día.

Las diferencias entre España y Bolivia son infinitas, pero aún así el viaje por el altiplano boliviano hizo saltar ese resorte en mi mente. Me llevó al escenario de una España rural que no viví, pero en la que vivieron mis abuelos. Me llevó a esos relatos de verano que contaban las personas mayores en el pueblo mientras los pequeños nos quedabamos escuchando ensimismados, imaginando la fortaleza que suponía vivir en la incertidumbre y sin las comodidades que poco a poco hemos convertido en necesarias.

La energía de los Andes

Aunque antes de llegar a suelo boliviano ya había estado viajando por el norte de Argentina, cruzar aquella noche de agosto la frontera Bolivia-Perú desde Copacabana hacia Puno me dejó con la sensación de estar abandonando un país conocido. Tan solo estuve una semana visitando Bolivia, pero fue suficiente para sentir esa especie de conexión especial con lo ancestral de su cultura.

Cuando dejé Bolivia, tenía anotadas en el móvil un batiburrillo de palabras sueltas sobre las realidades tan dispersas que había visto por todo el altiplano y cómo me habían hecho sentir. He intentado poner un poco de orden a esos apuntes y explicar esta sensación de dejà vu de una manera más o menos clara. No me resulta sencillo describir la sensación que tuve de camino a Tarija o paseando junto al desfile universitario de La Paz, o en el Santuario Coapcabana en plena fiesta religiosa.

Desfile en La Paz dejà vu
Desfile universitario en La Paz.

Además de los posts que ya he publicado sobre La Paz, Tiwanaku o el Lago Titicaca, me parecía importante compartir este punto de vista y, aunque muy modestamente, lanzar un mensaje para quienes vayan a visitar el país andino. Bolivia no es solo un destino que va ganado popularidad entre los turistas por la riqueza de sus paisajes naturales. Es un país para moverse lento, como bien saben los bolivianos. Hay toda una realidad social que pasa desapercibida cuando solo vas en busca del mejor paisaje, el mejor restaurante y la mejor pose para tu Instagram.

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