Recorrido fotográfico por el Salar de Uyuni

El Salar de Uyuni es una de las postales más concidas de la región andina y también una de las principales demandas turísticas. Como no podía ser de otra manera, hice una parada de camino a La Paz, para ver con mis propios ojos esta maravilla natural. El «desierto de sal» de Uyuni ocupa una extensión de 10.500 km2 y acumula 10.000 millones de toneladas de este mineral. Por si fuera poco, está ubicado a 3.600 metros de altitud en el altiplano boliviano, custodiado por volcanes como el Ollagüe, Uturuncu y Lincabur.

Con tales magnitudes no es de extrañar que hasta Neil Armstrong se quedara impresionado cuando vio desde el espacio un pequeño área centelleante, como un espejo, que reflejaba la luz solar desde la superficie terrestre. Como mi viaje fue en agosto, en mitad del invierno, el salar estaba seco. El frío y el crujido de la sal a cada paso fueron las dos constantes durante el trayecto. Comenzamos nuestro recorrido fotográfico por el Salar de Uyuni.

0. Cementerio de ferrocarriles

En realidad la visita al Salar comienza en el cementerio de ferrocarriles. Es una explanada donde los viejos ferrocarriles que ya no servían se fueron dejando abandonados. Las condiciones climáticas de la zona y el tiempo han ido consumiendo el hierro hasta dejar a las locomotoras como esqueletos abandonados en medio de un desierto.

El único rendimiento que dan ahora es el de servir de escenario para selfies y fotos de los turistas que van hacia el Salar.

1. Los ojos del Salar

La primera parada de la ruta, ya dentro del Salar, se encuentra muy cerca del pueblo de Colchani (a apenas 20 km de Uyuni). En esta zona la capa de sal es más delgada y el agua de los acuíferos subterraneos brota hacia la superficie formando «los ojos» del Salar.

El tamaño de estos «ojos» varía en diámetro y profundidad. En unos casos son agujerillos de escasos centímetros que forman pequeños cahrcos. En otros, las chimeneas de piedra que conectan la superficie con el acuífero forman una pequeña laguna. Aunque algunos de estos, su profundidad puede ir varios metros bajo la superficie del salar. El acuífero, o mejor dicho los acuíferos interconectados por riachuelos subterráneos que hay bajo el Salar, constituyen la tercera cuenca más importante de agua de Bolivia. La cuenca de Uyuni abarca 100.000 km2, mucho más que la superficie del salar.

La profundidad de la sal varía desde los 2 a los 10 metros dependiendo de la zona. Se calcula que el Salar crece cada año unos 5 cm a lo alto, y aumenta su superficie unos 5 cm más hacia afuera.

2. Monumento al Dakar Bolivia

Con motivo del paso del Dakar por el salar, se construyó en 2014 un monumento con bloques de sal. No muy lejos se encuentra un islote con todas las banderas que han ido dejando los visitantes. No solo países, sino también equipos de fútbol y hasta la bandera pirata.

3. Refugios de sal

En medio de este paraje donde solo habita la sal, cualquier construcción para los turistas o para los trabajadores está edificada a base de bloques de este material. En los “ladrillos” de sal es fácil ver las capas de crecimiento de esta enorme salina. Una delgada franja de tierra, la que queda al evaporarse el agua, divide las capas más anchas de blanco. Contando las capas puede saberse cuántos años se han necesitado para formar un ladrillo de ese grosor.

En el interior de los refugios se sirve la comida a los turistas que realizan un tour por el salar. Esta la la mitad de nuestro recorrido fotográfico por el Salar de Uyuni. La jornada continúa después de un plato de quinua boliviana.

El Salar fue el primer lugar del planeta en contar con un hotel hecho íntegramente de sal. Este Palacio de Sal, majestuoso aunque levantado con un material tan humilde como la sal, no es un simple refugio como los otros. Es un complejo de 4 estrellas. La noche cuesta de 150 € en adelante. Si te pica la curiosidad puedes ver las habitaciones y sus servicios en su página web.

4. Un desierto inmenso

Cuando uno va en el buggie por en medio de sal y no se ve nada alrededor, comprende por qué se habla de desierto de sal. Es aquí donde se aprecia su inmensidad. Por eso los lugareños y las agencias turísticas de Uyuni insisten una y otra vez en que el Salar debe recorrerse con un guía. Las posibilidades de desorientación son muchas si no sabe encontrar los referentes adecuados. Las perspectivas se pierden. Los epejismos aparecen.

Una de las curiosidades del salar son las formas hexagonales que aparecen en su superficie, tan perfectas que se podría pensar que están hechas a mano. No está claro por qué sucede. Nuestro guía nos contó que cuando el salar se está secando después de la temporada de lluvias, aparecen pequeñas balsas de agua. Una vez se ha evaporado todo el agua, queda la forma de estas balsas dibujada sobre la sal.

5. Incahuasi, la isla de los cactus

En este desierto entre montañas volcánicas las distancias se cubren en buggies y los oasis son sustituidos por islotes de tierra en los que solo crecen los cactus. Hay unos 30 montículos esparcidos por todo el salar. El más famoso y uno de los más grandes es Incahuasi. Caminar sobre esta isla es en realidad caminar sobre la cima de un volcán extinto hace decenas de miles de años.

En lo alto de Incahuasi hay un mirador llamado Plaza 1º de agosto. Desde la “plaza” puede verse la hilera de buggies caminando en la misma dirección, como tribus bereberes bajo el sol. A su paso van dejando un rastro sobre la sal, parecido al que dejan los aviones por el cielo. Esta es una de las últimas paradas de este recorrido fotográfico por el Salar de Uyuni.

6. Puesta de sol

El último atractivo del Salar, el que pone el broche al tour, es la puesta de sol. Lo que durante el día es un lienzo blanco que se une en el horizonte con el azul del cielo, por la tarde se convierte en un lienzo multicolor: sombra gris sobre el salar, azul pálido en el cielo y una línea centelleante cruzando el horizonte que proyecta tonos anaranjados y rosados. Después de un día entero recorriendo el paraje salino y aprendiendo sobre su formación, uno se queda en silencio, tomando las últimas fotos y disfrutando del infinito silencio en medio de la nada.

Y con esa quietud nos montamos de vuelta en el buggie mientras la temperatura comienza a caer en picado. Es el final de nuestro recorrido fotográfico por el Salar de Uyuni.

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